miércoles, 4 de noviembre de 2009

MEMORIAS OSCURAS

Al entrar al salón, Gabito la vio sentada de espaldas a la ventana. Luisa Santiaga Márquez Iguarán de García era una mujer hermosa que llevaba una pamela de paja y un vestido largo holgado, con mangas hasta las muñecas. Respiraba jadeante al calor del mediodía. A él lo invadió una extraña confusión, porque, a pesar de que la mujer le causó una grata impresión a primera vista, de inmediato se dio cuenta de que no la quería del modo en que le habían dicho que había que querer a una madre. “Y no le vas a dar un abrazo a tu mamá”, recuerda. Entonces ella se levantó y lo abrazó. Nunca olvidaría su aroma. No había cumplido un año cuando su madre lo dejó. Ahora tenía casi siete. Así que sólo entonces, porque ella había vuelto, lo entendió: su madre lo había abandonado.

Ésta era la primera vez que Luisa Santiaga Márquez regresaba a Aracataca desde que su esposo, Gabriel Eligio García, la llevó a vivir a Barranquilla y dejaran al pequeño «Gabito» al cuidado de sus abuelos maternos, Tranquilina Iguarán Cotes de Márquez y el coronel Nicolás Márquez Mejía.

El coronel y doña Tranquilina se opusieron al noviazgo d Luisa Santiaga con el apuesto García. No solamente era pobre y forastero, sino también hijo ilegítimo, mestizo y, quizá lo peor de todo, ferviente incondicional del detestado Partido Conservador. Apenas llevaba unos días de telegrafista en Aracataca cuando puso los ojos en Luisa, uno de los mejores partidos entre las jóvenes casaderas del pueblo.

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